Una mesa redonda, que tuvo lugar en Radio María el pasado 10 de marzo, subrayó el valor de la lectura de la Biblia, contextualizándola en la historia y la geografía
Con esta pregunta, Anna Neviani, lectora del semanario Credere, interpela al director don Vincenzo Vitale, sacerdote paulino, estimado biblista y excelente periodista. Reportamos la respuesta de Don Vincenzo y la pregunta en su totalidad, seguros de que también será de beneficio para los usuarios de nuestras noticias.
Estimado don Vincenzo, ¿hay noticias de las familias de los apóstoles de Jesús o al menos de los que estaban casados (como Pedro), de sus hijos y que cuidaban de su sustento, dado que los apóstoles se dedicaban a la predicación?
Querida Anna, de los Evangelios y más en general del Nuevo Testamento no tenemos muchas noticias al respecto, siendo su centro de interés otro; sin embargo, tenemos algunas pistas suficientes para una orientación aproximada.
Por los Evangelios sabemos indirectamente que Pedro estaba casado (el relato de la curación de Jesús de su suegra, Marcos 1:28-30). Probablemente esta fue también la condición de los demás apóstoles elegidos por Jesús: el matrimonio era (y es) la elección normal en el judaísmo. Podemos imaginar que, al menos en la primera fase de la predicación itinerante de Jesús, que tiene lugar en Galilea, alrededor del lago de Tiberíades, en un área relativamente pequeña, los apóstoles se detenían con bastante frecuencia en sus casas, hospedando también a Jesús. Se conservan restos de la «casa de Pedro». También podemos imaginar que, en ausencia del «jefe de familia» durante ciertos períodos, el sustento de la familia restante lo aportaba la familia más amplia, el clan, que prevé la solidaridad entre sus miembros.
Pero, ¿Qué pasó cuando los movimientos del grupo que seguía a Jesús fueron más allá? Aquí tenemos otra pista: San Pablo se refiere a las «mujeres creyentes» que los demás apóstoles llevan consigo en sus viajes apostólicos (1 Corintios 9,5). Con toda probabilidad estas son las respectivas esposas que siguen a sus maridos, según el uso judío. ¿Cómo se mantuvieron los apóstoles en el camino? Estaba el apoyo económico y la hospitalidad de las comunidades cristianas (1 Corintios 9:4); San Pablo, en cambio, que era fabricante de tiendas de campaña, se sustentaba con su trabajo. Estamos pues en otra fase y no es difícil intuir, por los Evangelios, que aquí debió haber alguna tensión y dificultad. Seguir a Jesús fue una opción exigente, de entrega al anuncio del Reino, que implica una «salida» para poner a Jesús en primer lugar: Pedro se queja de ello (Mateo 19,27: «Mira, lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué entonces, ¿tendremos de él?”). En este contexto, se entienden mejor algunos dichos de Jesús: el de los que se hacen «eunucos para el reino de los cielos», es decir, eligen el celibato (Mateo 19,12), los que anuncian divisiones en el núcleo familiar, ligado a la opción de seguir a Jesús (Lc 12,50-52), el dicho sobre la radicalidad del discipulado (el amor a Jesús está antes que los lazos familiares: Lc 14,26). Por otro lado, Jesús habla de una «nueva familia» reunida en torno a la escucha de su palabra (Mc 3, 31-35).
Aquí el seguimiento de Jesús aparece como una opción más radical, que implica un cierto desprendimiento de la familia para estar al servicio del reino de Dios y de la misión. Jesús ciertamente no quiere subvertir la familia, pero su llamada y su nuevo compromiso apostólico han creado una práctica articulada, también atravesada por tensiones. Esto explica también la elección de la Iglesia latina, en los siglos siguientes, a favor del celibato.
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