1 Hermanos, si alguien cae en alguna falta, ustedes, los espirituales, corríjanlo con espíritu de bondad. Piensa en ti mismo, porque tú también puedes ser tentado. 2 Lleven las cargas unos de otros, y así cumplirán la ley de Cristo. 3 Si alguno se cree algo, cuando no es nada, se engaña a sí mismo. 4 Que cada uno examine sus propias obras y, si siente algún orgullo por ellas, que lo guarde para sí y no lo haga pesar sobre los demás. 5 Para esto sí, que cada uno cargue con lo suyo.
6 El que se hace instruir, debe retribuir al que lo instruye con cualquier cosa que tenga.
7 No se engañen, nadie se burla de Dios: al final cada uno cosechará lo que ha sembrado. 8 El que siembra en su carne, de la carne cosechará corrupción. El que siembra en el espíritu, cosechará del espíritu la vida eterna.
9 Así, pues, hagamos el bien sin desanimarnos, que a su debido tiempo cosecharemos si somos constantes. 10 Por consiguiente, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y especialmente a los de casa, que son nuestros hermanos en la fe.
11 Miren qué letras tan grandes estoy trazando por mi propia mano.
12 Los que tratan de imponerles la circuncisión son sobre todo gente preocupada por ser más considerados en el mundo; no quieren que la cruz de Cristo les acarree problemas. 13 Por estar circuncidados no es que observen la Ley; tan sólo les interesa la marca en el cuerpo, y se sentirían orgullosos de que ustedes la tuvieran.
14 En cuanto a mí, no quiero sentirme orgulloso más que de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo. 15 No hagamos ya distinción entre pueblo de la circuncisión y mundo pagano, porque una nueva creación ha empezado. 16 Que la paz y la misericordia acompañen a los que viven según esta regla, que son el Israel de Dios.
17 Por lo demás, que nadie venga a molestarme, pues me basta con llevar en mi cuerpo las señales de Jesús.
18 Hermanos, que la gracia de Cristo Jesús, nuestro Señor, esté con su espíritu. Amén.
En el momento de despedirse, Pablo vuelve a los problemas de la comunidad; no se trata sólo de un problema de prácticas religiosas, sino también de algunas personas que, al igual que los fariseos, quieren ser considerados y aparecer como una élite (véase Fil 3,2-11).
Los que tratan de imponerles la circuncisión son miembros de la comunidad, deseosos de diferenciarse de los cristianos «ordinarios», que forman un grupo aparentemente más serio y más religioso porque han adoptado la circuncisión. Pero se sabe, aunque no lo digan, que ese rito les abrirá las puertas de los hogares judíos. Ya en aquel tiempo las relaciones y la solidaridad entre las comunidades judías establecidas en todas las ciudades importantes del Imperio romano les conferían una fuerza tremenda. Tenerlos a su favor era una gran ventaja. Pablo en cambio iba a ser perseguido de ciudad en ciudad hasta que sus adversarios lo hicieran condenar por la justicia imperial.
Simplificando un poco: los que se oponen a Pablo tienen el medio de ser una élite religiosa y al mismo tiempo una élite social. ¡Qué tentación tan grande para un discípulo de Jesús!
El mundo ha sido crucificado para mí. Pablo ha escogido un camino diferente. Va errante, sin hogar, perseguido por algunos, menospreciado por otros, temido por los que no pueden soportar su ejemplo de abnegación total ni tampoco el hecho de que reúna a tanta gente que consideran inferior. Esta es su manera de estar crucificado para el mundo.
Las señales de Jesús y no las de la circuncisión. Pablo hace alusión, sin duda, a los muchos golpes y heridas que había recibido.