1 Hablemos de la carne sacrificada a los ídolos. Todos, por supuesto, hemos alcanzado el saber; pero el saber infla al hombre, mientras que el amor edifica. 2 El que cree que sabe (algo), todavía no se sabe qué es conocer; 3 pero si uno ama (a Dios), éste ha sido conocido (por Dios).
4 Entonces, ¿se puede comer carne sacrificada a los ídolos? Sabemos que un ídolo no es nada en rea lidad y que no hay más Dios que el Unico. 5 Ciertamente la gente habla de dioses en el cielo o en la tierra, y en ese sentido hay muchos dioses y señores. 6 Pero para nosotros hay un solo Dios, el Padre: todo viene de él y nosotros vamos hacia él. Y hay un solo Señor, Cristo Jesús: todo depende de él y de él dependemos nosotros.
7 Pero no todos tienen este conocimiento. Algunos estaban tan acostumbrados hasta hace poco, que para ellos comer lo que se ofreció al ídolo es como sacrificar al ídolo; y con esto manchan su conciencia poco formada. 8 Ciertamente no es un alimento el que nos hará agradables a Dios; de comerlo, no será grande el provecho, y de no comer, no nos faltará.
9 Cuídense, pues, de que el uso de su libertad no haga caer a los débiles. 10 Si uno de ellos te ve a ti, con tu buen conocimiento, sentado a la mesa en un salón del templo, su conciencia poco formada se dejará arrastrar y comerá también él esa carne. 11 Y así el débil, ese hermano por quien Cristo murió, se pierde a causa de tu saber. 12 Cuando ustedes ofenden a sus hermanos hiriendo las conciencias que son todavía débiles, pecan contra el mismo Cristo. 13 Por lo tanto, si algún alimento ha de llevar al pecado a mi hermano, mejor no como nunca más carne para no hacer caer a mi hermano.
Vivimos en una sociedad pluralista, en medio de personas que no comparten nuestra fe, y a veces nos preguntamos si podemos tomar parte en actividades que son contrarias a nuestra fe. Por ejemplo, ¿cómo vivir con parientes o vecinos de religión diferente? O, ¿qué hará una esposa cuando su marido no comparta sus escrúpulos sobre la regulación de nacimientos? ¿Se puede participar en sociedades en que muchos no actúan con criterios cristianos? Es el mismo tipo de problemas con que se encontraba Pablo a propósito de las carnes sacrificadas a los ídolos.
La discusión iniciada en este capítulo tendrá su conclusión en el párrafo 10,23-11,1, pues Pablo dejará inconcluso el tema en el capítulo 9.
En los templos paganos había locales para banquetes, en que se comía la carne de los animales sacrificados. Sucedía que los cristianos eran invitados a esos banquetes por sus amigos paganos. En otros casos, cuando comían en casa de amigos o de vecinos, les ofrecían carne proveniente de los sacrificios. De igual modo, mucha de la carne que se vendía en el mercado provenía también de esos sacrificios.
Pablo no quería que los cristianos vivieran como fanáticos al margen de la sociedad. Si era pecado ofrecer sacrificios a los ídolos, no por eso quedaba impura la carne sacrificada, pues los ídolos no existen y por tanto nada ha cambiado en ella. Por otra parte, Jesús había dicho: «Lo que ensucia al hombre no es lo que entra por la boca sino lo que sale del corazón» (Mc 7,15).
El saber infla, mientras que el amor edifica (1). Un creyente que está informado puede consumir esa carne, pues sabe que no es pecado, pero debe respetar la opinión del prójimo y no escandalizar a los que no pueden comprender sus razones.
En el versículo 2, las palabras entre paréntesis deben de haber sido añanidas al texto. Pablo está oponiendo el conocimiento que uno puede alcanzar de Dios, sabiendo cosas y teniendo ideas de él, a otro conocimiento, o más bien a una experiencia que nos entrega el amor verdadero: Dios, muy cerca de nosotros, nos ha tomado de la mano, prestándonos su propio amor.
En los versículos 7, 10, 11 y 12, Pablo habla de aquellos cuya conciencia es débil, es decir, vacilante o no liberada, o insuficientemente formada. Piensan que hay pecado cuando no lo hay, o son débiles y actúan como los demás a pesar de los reproches de su conciencia.
Si uno de ellos te ve a ti sentado a la mesa en un salón del templo (10). Aquí hay algo más grave. Algunos en la comunidad estaban ya en la línea de los «Nicolaítas», que denunciaría más tarde Juan en el Apocalipsis (2,23). Querían ser muy abiertos y rechazaban cualquier ruptura con su medio; pensaban que era mejor no mostrar sus convicciones, y al final no se sabía de qué verdad eran portadores o testigos. En el 10, 14-22, Pablo dirá claramente que ningún cristiano puede participar en ese banquete dentro del templo. Por el momento no lo dice abiertamente, pero manifiesta que sería muy chocante.