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Centro Bíblico San Pablo

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Biblia Latinoamérica

(109)

Palabra del Señor a mi Señor.

La fuerza fundamental que rige el destino de la humanidad, del mundo y de la historia, es la victoria de Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre, para tomarnos junto a él y asociarnos a su gloria eterna.

1 Palabra del Señor a mi señor:

«¡Siéntate a mi derecha

y ve cómo hago de tus enemigos

la tarima de tus pies!»

2 Desde Sión extenderá el Señor

el cetro de tu mando:

domina en medio de tus enemigos.

3 «Tuyo es el principado

desde el día de tu nacimiento;

de mí en el monte sagrado tú has nacido,

como nace el rocío de la aurora».

4 Juró el Señor y no ha de retractarse:

«Tú eres para siempre sacerdote

a la manera de Melquisedec».

5 A tu diestra está el Señor,

aplasta a los reyes en el día de su cólera;

6 juzga a las naciones; está lleno de cadáveres,

y de cabezas rotas a lo ancho de la tierra.

7 El bebe del torrente, en el camino,

por eso levanta su cabeza.

Sal 110,1

Es muy probable que este salmo haya sido escrito para Simón Macabeo; véase el comentario sobre Melquisedec en Hebreos 7. Pero, tal vez sin quererlo, lo dejaron lleno de un mensaje profético, y ahora no podemos leerlo sin que lo refiramos a Cristo.

Palabra del Señor a mi Señor. A veces nos parece que estamos encerrados en los problemas de la vida como en una cárcel. Este salmo breve es como un relámpago que ilumina la cárcel y nos muestra una puerta de salida inesperada, hacia arriba.

A pesar de ciertas expresiones oscuras —debidas a su antigüedad—, tiene un sentido general bien claro: vendrá un hombre desde Sión que, así como lo indican las expresiones belicosas de los versículos 5-6, luchará victoriosamente contra todas las fuerzas hostiles.

El bebe del torrente, en el camino: es sin duda una alusión a Jueces 7,4: los guerreros que han sabido salir airosos de la prueba. El combate será difícil pero al final Dios lo invitará a sentarse a su derecha y todo se le someterá.

Melquisedec es el misterioso personaje del Génesis (14,18) cuyos antecedentes se ignoran totalmente, pero a quien Abrahán ofrece la décima parte de sus conquistas. Con Melquisedec, rey y sacerdote, ya tenemos a Cristo (Heb 7).

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